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domingo, 18 de diciembre de 2011

Viajar a Londres. Llegada a Leicester

La casa de Hanna
Como os iba diciendo, tras llegar al aeropuerto de London Stanted cogimos el coche de alquiler, con las epopeyas que ya os he contado. Y allí íbamos, a bordo de nuestro flamante Seat Lion ecomotive, circulando aguerridamente en medio de tamaño tropel de indígenas, contracorriente las más de las veces, en sexta por las autopistas inglesas, a 70 y más millas/h, recorriendo pies, yardas y millas sin cuento, con Leicester como norte (aunque yo
pensaba que estaba al sur).
El viaje era el primero en aquellas insólitas circunstancias y tiene sus curiosidades que paso a describiros:
  • Como el volante está a la derecha, el cambio está a tu mano izquierda, sin remedio. Así que, a pesar de ir mentalizado, me encontraba las más de las veces pensando por qué porras no reducía el coche aquel. Y es que era yo, que no encontraba la palanca de cambios por más que la buscaba y claro, así no hay forma de reducir. Otras veces el ordenador del magnífico Seat Lion (manda narices, que ahí pone más claro que el agua León y los tíos extranjeros esos venga a decir Lion) me pedía que metiera la sexta... y yo iba en cuarta!!! Si es que no hay manera de aclararse con la mano cambiada.
  • Como en el extranjero ese circulan "a pie cambiao", me pasaba la mayor parte del viaje tirando del volante hacia la derecha con todas mis fuerzas, para evitar que el coche se saliera por el arcén izquierdo de la autopista (o de la carretera, o de la calle, o de la rotonda...) Y cuando me cambiaba al carril de la derecha para adelantar se producía un curioso efecto que he dado en llamar el efecto polos opuestos (original que es uno). El efecto polos opuestos consiste en lo siguiente: al cambiar al carril de la derecha tiraba con todas las fuerzas del volante hacia la derecha, pero cuando estaba a punto de llegar a la línea de la carretera el coche era repelido por fuerzas superiores hacia el lado izquierdo del carril izquierdo, con lo que pisábamos la banda sonora de ese lado y el coche era nuevamente repelido hacia el lado contrario hasta que uno de los dos lados o polos de la carretera dejaba de ejercer su efecto repelente y el coche dejaba de dar bandazos. Y entonces entrábamos en una nueva área de influencia de las poderosas fuerzas magnéticas y todo volvía a empezar. Y así todos los días.
  • Las rotondas se cogen hacia la izquierda y por el carril izquierdo, así que normalmente no sabes por donde vas ni por donde vienen. Este contratiempo lo resolví no pocas veces dándole vueltas a la rotonda hasta encontrar paso franco.
  • En los cruces no solo tú vas por la izquierda, los demás también!!! Así que tienes que mirar hacia el lado derecho si quieres mantener el forro en sus costuras. Bueno, lo mejor es que mires para todas partes y no asomes el morro, por si te lo calientan.
Mirar a la derecha
Lo mejor es ir mirando lo que hacen los demás (con el riesgo de llegar al destino de los demás, pero no al tuyo). La verdad es que conducen de un modo bastante apacible y considerado. Normalmente basta con poner el intermitente para que te dejen cambiar de carril, o te cedan el paso para girar. Nuestra experiencia fue bastante agradable a este respecto. Estuvimos parados en un atasco por un accidente más o menos una hora, y nadie tocó el claxon ni intentó colarse por el carril de servicio.
Al final, tras las dos horas y media de viaje previstas más la hora de retraso, por fin llegamos a Leicester donde nuestros anfitriones y su familia llevaban un par de horas esperándonos para cenar...¡Y eran las ocho de la tarde! Claro que hacía más de tres horas y media que era de noche. Y es que en la tierra donde nunca brilla el sol el control del tiempo está en manos del conejito blanco y su amigo el sombrerero loco.
Conduciendo por la tierra donde nunca brilla el sol, en medio del poderoso efecto polos opuestos
Salvando estos nimios detalles, así como el hecho de que no cesaban de hablar en el curioso dialecto de esa tierra (inglis le dicen), la velada fue muy agradable. Y nuestra hija estaba muy integrada, todos bromeaban con ella y se reían mucho (si no fuera por su extraño acento yo sospecharía que eran mediterráneos). Nos acostamos tarde (las 10 o así) y por la mañana de turismo a Stratford upon Avon. Si venís os enseño lo que allí vimos y otros sucesos de mucho interés que allá acaecieron.

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